miércoles, 20 de noviembre de 2013

LOS FUNDAMENTOS FILÓSOFICOS DEL KARATE-DO.

Gichin Funakoshi plasmó en su obra Mi camino la filosofía de lo que para él era realmente el Karate. Lo entendió como " el purgar de uno mismo los pensamientos egoístas y malos. Porque sólo con la mente despejada y la conciencia del médico puede uno entender el conocimiento que recibe." Afirmó: Karate ni sente nashi, que significa que en el karate no existe un primer ataque, entendiéndose que un practicante de Karate nunca debe albergar, mostrar una actitud arrogante y violenta, sino que el Karate Do se debe considerar como un medio para la evolución personal continua a través de un tipo específico de acondicionamiento físico y la adquisición de habilidades.
Funakoshi creía que uno debe ser "interior y exteriormente, humilde." Sólo al comportarse con humildad se puede estar abierto a muchas clases de karate. Esto permite escuchar y ser receptivo ante la crítica. A su juicio la cortesía era de primordial importancia. Dijo que los practicantes de karate "nunca ser fácilmente arrastrados a una lucha." Se entiende que un golpe de un verdadero experto podría significar la muerte. Está claro que los que abusan de lo que han aprendido se deshonran a sí mismos. Promovió la convicción personal y el pensamiento de que en "tiempos de graves crisis pública, hay que tener el coraje para hacer frente a … un millón de rivales." Enseñando además que la indecisión es una debilidad.
Existe una historia escrita por Funakoshi, que refleja el sentido del karate. Es una parábola acerca del Do (camino) y un hombre insignificante:
Un karateka pregunta a su Sensei (o maestro que ha recorrido el camino): ¿Cuál es la diferencia entre un hombre del Do y un hombre insignificante?
El Sensei respondió: "Cuando el hombre insignificante recibe el cinturón negro primer Dan, corre rápidamente a su casa gritando a todos el hecho. Después de recibir su segundo Dan, escala el techo de su casa, y lo grita a todos. Al obtener el tercer Dan, recorrerá la ciudad contándoselo a cuantas personas encuentre."
El Sensei continuó: "Un hombre del Do que recibe su primer Dan, inclinará su cabeza en señal de gratitud; después de recibir su segundo Dan, inclinará su cabeza y sus hombros; y al llegar al tercer Dan, se inclinará hasta la cintura, y en la calle, caminará junto a la pared, para pasar desapercibido. Cuanto más grande sea la experiencia, habilidad y potencia, mayor será también su prudencia y humildad".
La práctica del Karate Do no se refiere tan sólo al desarrollo técnico y táctico, al acondicionamiento físico, al estudio de los katas y al combate real o deportivo. También debe ir de la mano del desarrollo vivencial de la parte humana y la parte espiritual, el crecimiento como personas y ciudadanos ejemplares que unidos por el bien común benefician a la sociedad. Para lograr esto, el Karate Do posee principios y objetivos comunes para el crecimiento de sus alumnos: respeto, justicia, armonía y esfuerzo son los primordiales.
Al igual que otras artes marciales, la ética deriva de las filosofías del confucionismo y del budismo zen, aplicados al Karate-Do. Estos principios fundamentales son acordes al código no escrito samurái del Bushido. En resumen estos se podrían sintetizar como los siguientes:


  • La Rectitud: ser capaz de tomar una decisión sin vacilar. Ser justo y objetivo en toda circunstancia.
  • El Coraje: afrontar el reto de tomar decisiones.
  • La Bondad: ser magnánimo, paciente y tolerante.
  • La Cortesía: el respeto y las buenas maneras del comportamiento.
  • El Desprendimiento: actuar desinteresadamente, sin egoísmos y generosamente.
  • La Sinceridad: decir siempre la verdad, defender ésta, y ser fiel a la palabra dada.
  • El Honor: aprecio y defensa de la dignidad propia.
  • La Modestia: no ser soberbio ni vanidoso.
  • La Lealtad: no traicionar a nadie, ni a uno mismo. Ser fiel a las propias convicciones.
  • El Autodominio: tener control sobre los actos, emociones y palabras.
  • La Amistad: entregarse en un todo. Saber compartir y ayudar.
  • La Integridad: tratar a todos por igual, defender los principios, y ser fiel a los compromisos.
  • Generosidad: dar sin pedir nada a cambio.
  • Imparcialidad: emitir juicios de acuerdo a la verdad.
  • Paciencia: es tolerar lo intolerable.
  • Serenidad: control de los impulsos ante conflictos y dificultades.
  • Autoconfianza: creer en uno mismo.

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